Primer viaje en familia con Simba
Esta semana santa aprovechamos para irnos a Asturias, a lo verde, y teníamos unas ganas locas ya que hacía casi un año que no habíamos podido ir por allí. Esta vez algo era diferente: Simba iba a venir con nosotros. La verdad es que nos hacía mucha ilusión poder compartir todo aquello con él por primera vez; ya me lo imaginaba corriendo por los "praos" como un ternerillo feliz.
Desde Barcelona hay un viaje largo hasta Asturias, pero a Simba le gusta el coche porque ya sabe que significa que nos vamos a algún sitio guay, así que en principio eso no iba a ser un problema. Preparé su comida para varios días, cogí la cartilla por si nos hacía falta, su peine y tijeras (es muy dado a que se le enganchen cosas en ese pelazo que tiene), y el spray repelente de bichos ya que Asturias es una zona en la que las garrapatas pueden transmitir enfermedades como la Babesiosis, la enfermedad de Lyme, la Erlichiosis... lamentablemente su humedad y vegetación la hacen un lugar idóneo para estos parásitos, así que hay que ir con mucho ojo.
En fin, que nos empacamos en el coche y para el norte que tiramos. El viaje se nos hizo largo a todos, y Simba llegó con los ojos rojos de no haber dormido sus diez y pico horas habituales (porque los perros ya sabéis que a base de siestas suelen dormir entre 12 y 14 horas al día mínimo...). En el coche decidimos que lo más seguro era que viajara en los asientos traseros sujeto con el adaptador del arnés al enganche del cinturón de seguridad. La verdad es que no es un método que me de mucha confianza, pero hay poco estudiado en cuanto a la seguridad de los perros en los coches, y pocas opciones. Actualmente la legislación se centra en que viajen contenidos de aluna forma para que no puedan molestar o distraer al conductor, ya sea mediante una red separadora que poco hará en caso de accidente, mediante unas barras telescópicas de estas que se sujetan a presión conta el techo, dentro de un transportín o similar o atados al enganche del cinturón con cualquier tipo de arnés... Yo personalmente creo que ninguno de los arneses (ni enganches) que se venden actualmente aguantarían sin romperse un accidente más allá de un frenazo normalito... Hace poco me puse a investigar y encontré esta página en la que se analizan diferentes marcas de "arneses de seguridad": Center for pet safety. Como podréis ver, sólo una marca pasó la prueba (aquí podéis encontrar el distribuidor europeo de este arnés al que la marca nos ha remitido). En cuanto a los transportines, en la misma web podéis ver los resultados de los crash tests. En definitiva, los transportines que sí resultan seguros son carísimos y ocupan muchísimo espacio, y el arnés que pasó el test es más asequible (alrededor de 100€ mediante el distribuidor europeo). Yo de momento no lo he encontrado en España, y he escrito a este distribuidor a ver a cuánto ascenderían los gastos de envío. Os mantendré al tanto.
Dejando atrás el tema de la seguridad en el coche, me gustaría contaros una anécdota del viaje que realmente es el motivo de que escriba este post. Casi de un día para otro decidimos que iríamos con unos amigos a hacer una excursión por los lagos de Covadonga (aquí podéis verla). Por supuesto yo pensé que sería una aventura bonita para compartir con Simba, así que acepté siempre y cuando en el sitio en el que durmiéramos aceptaran perros. Según le dijeron a uno de mis amigos no había problema por el perro así que seguimos adelante. La excursión sería de 7km hasta el refugio, una distancia que me pareció muy aceptable y en ningún momento me planteé que pudiera ser un reto para Simba. Incluso cuando me dijeron que había nieve y que iríamos con raquetas sólo me paré un momento a preocuparme por las almohadillas de sus patas. Tras navegar un poco por internet me cegó el entusiasmo y concluí que 3h andando por la nieve no serían demasiado. Si el jueves no hubiera sido fiesta mi lado responsable me habría llevado a alguna tienda de animales a comprarle unos botines, pero no tuve esa suerte. Mi lado optmista, demasiado entusiasmado e insconsciente, hizo que se me olvidara sumar las horas de caminata de ida y las de vuelta...
El viernes por la mañana nos subimos a los lagos y nos encontramos un día bueno para una excursión por las montañas nevadas con raquetas: no hacía excesivo frío y no había viento. Simba estaba pletórico. No paraba de rebozarse por la nieve y de correr de un lado para otro, así que vista la emoción de todos comenzamos la ascensión. Ah, se me olvida comentar que desde el punto de partida hasta el refugio había unos 650metros de desnivel. De nuevo, inocente de mí, me pareció algo más que asumible. Ahora me pregunto cómo no se me ocurrió mezclar 3 datos importantes: 7km de ruta, con 650m de desnivel, a hacer con raquetas de nieve (porque durante toda la ruta hay mínimo 1m de nieve...), sin haber usado raquetas de nieve en mi vida. Qué inconsciente fui.
El caso, que pasadas 4h desde que salimos eso ya no me hacía ni puñetera gracia. Todos nos íbamos hundiendo cada dos por tres en la nieve a pesar de las raquetas; los 650m de desnivel no tenían en cuenta que íbamos subiendo y bajando, por lo que el desnivel total que nos pateamos fue mayor ; yo ya no sabía si llevaba botas de montaña o escarpines de lo mojados y arrugados que sentía los pies, y un pequeño etcétera que os ahorraré. Al final llegamos al refugio tras 6h y media de ruta, habiendo parado una media hora para comer. En los últimos 100 metros fue cuando vi que Simba empezaba a lamerse las almohadillas... Mal rollo. Aunque le miraba y no tenía ninguna lesión, no era buen síntoma.
¡Pero habíamos llegado! Allí nos recibieron una perra tipo husky blanca preciosa, y otra mestiza de pelo corto y tamaño grande. ¡Genial, más perros! Esto siempre suele ser buena señal, pero la alegría me duraría bien poco. Ya nos habíamos encontrado a una excursionista por el camino que nos comentó que de ducha nada (nosotros que íbamos pensando en la ducha caliente que nos íbamos a meter después de una excursión tan dura...). Bueno, era un fastidio pero no era para tanto. Lo que me cabreó de verdad fue que al llegar nos dijeran que los perros no podían entrar al refugio mas que por la noche al porche para dormir. He de deciros que el porche es donde todos los montañeros dejan sus mochilas y botas caladas, por lo que el suelo de piedra estaba encharcado. Además la ridícula puerta de madera, acertada para una cuadra, no cerraba bien por lo que el aislamiento era prácticamente nulo. Mi cara al oír esto debió de ser un poema. Yo preocupada por dejar a Simba durmiendo en alguna zona DENTRO del albergue, pensando en que no me habían dejado claro dónde podría dormir, y de pronto me encuentro con que tengo que dar gracias por que no tenga que dormir fuera. ¡Así claro que todos los alojamientos admiten perros! En fin, que ni corta ni perezosa cuando el trajín de gente que entraba y salía se calmó, y después de darle de cenar a Simba, lo metí conmigo en la primera estancia del albergue, la sala común-comedor. Realmente había poco más: una puerta por la que se subía a las habitaciones, y otra por la que supongo que se iba a la cocina. Lo metí sujeto con la correa y le mantuve cerca mío en la mesa donde nos habíamos sentado, la más cercana a la puerta de salida. Ninguno de los montañeros que allí había puso mala cara ni se quejó (muchos ni se enteraron de que había un perro). Yo me sentía como si estuviera dando cobijo a un fugitivo, y además estaba preocupada porque después de haber andado por la nieve 6 horas y pico lo mejor que podía ofrecerle a Simba para descansar era un frío y mojado suelo de piedra... No quería ni pensar en cómo dormiríamos. Habíamos llegado a eso de las seis y pico de la tarde, y sobre las ocho y algo nos sirvieron la cena. Cuando por fin había empezado a relajarme el que parecía el jefe del albergue se acercó a traer la cena, y al ver a Simba comentó "el perro aquí no ¿eh?". Se fue y al venir de nuevo nos volvió a decir que el perro tenía que dormir fuera. Ya no podía huir del conflicto, así que traté de explicarle que a pesar de tener pelo largo veníamos de Barcelona, donde había temperaturas de 16 grados y que el perro dormía dentro de casa, por lo que pasaría mucho frío durmiedo en la entrada. Básicamente le dije que si el perro dormía fuera, yo iba con él. Supongo que en ese momento se planteó que no iba a quedar bien que se le muriera una excursionista congelada, así que tras insistirle un poco nos dijo que si nos quedábamos con él en ese comedor podíamos dormir los 3 allí (aprovecho para darte las gracias, Gonzalo, por meterte en estos líos conmigo). Así que ahí que dormirmos juntando 2 bancos de madera, y simba en el suelo sobre 2 impermeables... Al menos no hacía tanto frío como en el porche. Y sí, el resto de montañeros que había en el albergue nos miraba raro... Pero no habríamos podido hacer otra cosa. Simba es parte de la familia y no íbamos a permitir que lo pasara mal. Al día siguiente pude comprobar que las dos perras que durmieron fuera amanecieron con frío (y eso que deben de estar acostumbradas).
Bueno, la noche había pasado y yo estaba impaciente por salir de ese sitio donde no éramos todos bienvenidos. Ahora la caminata sería cuesta abajo. Qué poco me acordaba yo de que el día anterior no todo fue cuesta arriba... El sol brillaba fuerte pero hacía un viento de espanto.
Empezamos a andar y a los 5 metros Simba ya empezó a pararse para chuparse las almohadillas de las patas. He de reconocer que me asusté pensando en todo lo que nos quedaba por andar y que si él decidía que no podía continuar no teníamos muchas opciones. No parecía tener ninguna herida ni nada, pero aún así le hicimos unas botas improvisadas con dos pares de calcetines deportivos sujetos con esparadrapo. Ahora sí. Parecía que le iban bien y ya no se le veía molesto, pero no duraron mucho puestos porque el esparadrapo no era suficiente para mantenerlos en su sitio, así que tuvo que continuar sin nada. Os aseguro que no fue fácil descender la montaña nevada con raquetas y con un viento que te tiraba al suelo en cuanto podía. Al final tras tres horas y algo llegamos al coche. Simba estuvo todo el camino parándose cada poco para lamerse, pero no podíamos hacer otra cosa y no podíamos llevarlo en brazos. Todos íbamos aguantándonos algún dolor porque fue una excursión bastante dura, y todos fuimos muy poco preparados porque todo fue muy improvisado, pero a día de hoy diría que mereció la pena. No solo el paisaje era precioso, sino que volví a casa habiendo aprendido la lección y no volveré a cometer los mismos errores. La próxima vez iremos bien preparados. Y además, al terminar todos nos sentimos bastante orgullosos de que la montaña no hubiera podido con nosotros. Seguro que Simba también se sintió todo un aventurero, al fin y al cabo esos días tuvo que echarle valor y esas cosas nos hacen más fuertes a todos. Aquí os dejo unas cuantas fotos más de la bajada:
Como veis este relato tiene una moraleja clara: hay que ir preparados, y más cuando tienes personas o animales a tu cargo. A mi me pudo el entusiasmo y cumplí totalmente con el dicho "en casa del herrero, cuchillo de palo". Así que os dejo una lista de las cosas que ahora sé que debería haber hecho para preparar esa excursión, y cualquier otro viaje en el que vaya a venir Simba.
1.- Si vas a alojarte en algún hotel o similar con tu perro, asegúrate de que te dejen claro dónde dormirá el perro y qué zonas tendrá restringidas. Tampoco estaría de más que le lleves algún colchoncito para que duerma sobre blando si es que donde os alojáis no os dan nada, que suele ser lo más habitual. Ni que decir tiene que si vuestro perro no está acostumbrado a dormir en sitios extraños lo tengáis en cuenta si os dicen que no podrá dormir con vosotros. No queréis un perro que lo pase mal y llore o ladre, o rompa algo. Eso nos perjudicaría a todas las personas que viajamos con perro.
2.- A la hora de preparar la comida, tened en cuenta que si aumentáis la actividad física de vuestro perro, tendréis que calcular más comida. Es importante llevar algún recipiente para dar de beber al perro si se hace ejercicio.
3.- Botiquín perruno: imprescindible. Como mínimo llevar material de curas para tratar cortes en las patas que suelen ser muy engorrosos y sangrar mucho. Si no tenéis nada y el perro se corta, pasaréis un mal rato intentando cortar la hemorragia y al quedar al aire será doloroso seguir caminando y podría infectarse. Gasas, Betadine o algún antiséptico, y para sujetarlo lo más útil es la venda autoadhesiva. Si además lleváis algún calcetín para perros o mejor, botines, podréis apañarle mejor la pata para que siga caminando si es necesario. Yo además metería esparadrapo, unas pinzas, y algo de gel desinfectante para que os lavéis las manos. En el caso de ir a la nieve los botines son imprescindibles. A la mínima señal de que el perro va molesto se los ponéis y problema resuelto (importante sobre todo si no están acostumbrados a la nieve o van a pasar mucho tiempo caminando sobre ella). Conviene que hayáis acostumbrado al perro a llevarlos tranquilamente en casa, y que os aseguréis de que le van bien y no los pierde a la mínima. Si vuestro perro sufre de alguna articulación o simplemente por precaución, podéis llevar algún antiinflamatorio para perros. Para esto preguntadle a vuestro veterinario cuál os recomienda. Para nota sería el llevar algo para tratar reacciones alérgicas. Si vuestro perro se traga una avispa o le pica cualquier cosa, y no podéis ir de inmediato a un veterinario, esto le aliviará. De nuevo consultar con vuestro veterinario para que os recomiende un medicamento adecuado. Y por último, debéis de llevar algún repelente de mosquitos y de pulgas y garrapatas. No tanto por las picaduras sino como ya os comenté antes por las enfermedades que pueden transmitir. Collar, pipetas, spray sintético o natural, lo que prefiráis, pero algo efectivo. Y unas pinzas para garrapatas. Aunque coja alguna hasta pasadas unas cuantas horas no transmiten nada, así que si la pilláis recién enganchada la quitáis inmediataente teniendo cuidado de no romperla y listo.
4.- No está de más que localicéis una clínica veterinaria en vuestro lugar de destino. En caso de necesitarla de urgencia os ahorraréis tiempo y disgustos. Para eso echar la cartilla del perro a la maleta. Ah, y aseguraros de que el teléfono que aparece asociado al microchip de vuestro perro (no hace falta comentar que el chip es innegociable), es el correcto. En caso de que se pierda será más fácil encontrarlo. También estaría bien ponerle vuestro número de teléfono en el collar o arnés.
5.- Seguridad en el coche. Lo mínimo que se exige como os he comentado es que el perro no pueda provocar un accidente al suponer una distracción, pero yo iría más allá y querría que viajara seguro. Personalmente miraré el arnés que os comenté antes. Además tened en cuenta el hacer varias paradas para estirar las piernas y que no le suponga demasiado estrés el viaje a vuestro peludo (¡ni a vosotros!). Si vuestro perro se marea o lo pasa mal en el coche, deberíais de trabajar con él para conseguir que esté tranquilo en el coche con antelación a vuestro viaje. Con premios, paciencia, y al ritmo que requiera el perro. Podéis consultarnos sin problema si tenéis dudas sobre cómo hacerlo.
Creo que estas son las cosas básicas a tener en cuenta. Intentaré dar ejemplo y la próxima vez que viajemos tendré todo bien atado. ¿Creéis que me he dejado alguna cosa? ¿Qué problemas habéis tenido vosotros al viajar con vuestro perro?